jueves, 23 de diciembre de 2010

III ENTREGA DE TITERES DE MESOAMERICA

Gracias al valioso aporte del compañero  Alejandro Jara del Teatro de Títeres Tiripitipis hacemos entrega de la última parte de su investigación. Aporte significativo en la revindicación de la "Historia de nuestro Arte".

La figura huasteca perteneciente a la cultura huasteca, elaborada en hueso de ballena, tiene mucha semejanza con las que se han encontrado de las culturas griega y romana, aunque la primera parece ser anterior a las europeas.
Todos estos muñecos articulados bien pueden hacerse bailar en la palma de la mano.
Ahora tenemos nuevamente los textos del padre Sahagún para ayudarnos en nuestro estudio, y sirviéndonos de su descripción sobre “el que hace salir, saltar o representar a los dioses” le damos un giro al concepto religioso que veníamos desarrollando, marcándonos el lado profano del trabajo con los muñecos. En un manuscrito que Sahagún no utilizó en sus principales obras y que quedó mucho tiempo dormido entre el polvo de los siglos, Ángel Ma. Garibay descubrió el siguiente texto, que dio a conocer en 1947:

 
EL QUE HACE SALIR A LOS DIOSES

1. El que hace salir o saltar a los dioses es una especie de saltimbanqui. Entraba a la casa de los reyes; se paraba en el patio.
Sacudía su morral, lo remecía y llamaba a los que estaban en él.

2. Van saliendo unos como niñitos. Unos son mujeres: muy bueno es su atavío de mujer; su faldellín, su camisa.
De igual manera los varones están bien ataviados:
su braguero, su capa, su collar de piedras finas.

3. Bailan, cantan, representan lo que determina su corazón de él.
Cuando lo han hecho, entonces remueve el morral otra vez:
luego van entrando, se colocan dentro del morral.
Por esto daban gratificaciones al que se llama
' el que hace salir, saltar o representar a los dioses ' (11).

Aquí se nos muestra a un “saltimbanqui” que, parado en el patio de los reyes, hace salir de su morral a unos niñitos muy bien ataviados, a quienes hace cantar y bailar, según como lo “determina su corazón”, y por ello le daban gratificaciones. ¿No es todo esto la descripción del titiritero que encontramos, con algunas variantes, no sólo en la Mesoamérica actual, sino en el mismo medioevo europeo? Para nosotros sí que lo es.
No encontramos a personajes así únicamente en la cultura nahua, sino también en la cultura maya, a varios centenares de kilómetros –y de años- de distancia. En Bilbao, Guatemala, se ha descubierto un monumento esculpido en piedra que muestra claramente la efigie de un titiritero maya; así, en un monolito de más de tres metros de diámetro, conocido como el Monumento 21 de Bilbao, se destaca de entre varias figuras la de un hombre ataviado con un gran tocado, de sencillo taparrabo y extraño collar, y con lo que pareciera ser una piedra puntiaguda saliéndole de la boca. Este personaje lleva en su mano derecha un muñeco de guante, al que está manipulando.
Este títere de guante maya –sumamente parecido a los actuales muñecos guiñol- está ataviado con un amplio vestido con adornos en la parte inferior, tiene los brazos abiertos, distinguiéndose claramente los dedos de las manos; su cara –de perfil- está serenamente delineada, y porta un sencillo tocado, además de un collar, pulseras y orejeras.
En la otra mano lleva una figura, del mismo tamaño que la anterior, en forma de ave con las alas abiertas, que se diría quisiera expresar cierto movimiento. La escena está enmarcada por otros pájaros, además de una persona en posición sedente y de algunos extraños objetos con rasgos antropológicos. En la parte central del monumento está representada una figura humana que casi duplica de tamaño a la que hemos descrito.
Este descubrimiento, hecho hace pocos años y difundido en México por Carlos Navarrete, es de suma importancia para la historia de los títeres de Mesoamérica y de América en general.
El mismo autor nos da a conocer una estela esculpida en Chinkultic, Chiapas, por el año 800 d.C., que muestra a un personaje de pie, elegantemente ataviado, que parece llevar colgado de su antebrazo derecho un muñeco –entre humano y animal- del que brotan dos “grifos de la palabra”, tal como si estuviera hablando; a escasos centímetros de él está representado un personaje de rasgos mayas que mira absorto al muñeco. Por estas características, y por otras que se analizan en la actualidad, se piensa que estamos frente a la representación de una escena de títeres, o bien, de ventriloquia. En fin, estas figuras tienen aún mucho por revelarnos.
Sabemos que existen otros numerosos hallazgos en las zonas arqueológicas de la región, que conjuntamente con los códices y las crónicas, siguen dando referencias de que los títeres –y algunos de sus sucedáneos- ya participaban en las ceremonias mesoamericanas anteriores a la conquista española. Las culturas que conquistan y que dominan generalmente han tratado de destruir todos los vestigios culturales trascendentes de los dominados; así pasó con las culturas de entonces.
Sin embargo, se han podido salvar objetos, se han podido recuperar documentos y actitudes que le dan a la región mesoamericana su carácter de individualidad histórica y social, que la definen en su totalidad como una cultura de hondas raíces en el tiempo.
Nosotros, cobijados bajo este pensamiento, hemos tratado de rescatar y difundir una parte del pasado de un oficio ancestral: el oficio titiritero; hemos pretendido también interesar a los lectores en el conocimiento, defensa y continuidad de esta riqueza cultural, fuertemente arraigada en las tierras y en los pueblos mesoamericanos; y hemos deseado, por último, motivar al lector –por lo menos a uno- a continuar con esta tradición y llegar a ser, por qué no, ¡un titiritero! Pues ¿Quién no quiere llegar a ser por lo menos un momento “el que hace salir, saltar o representar a los dioses”? O ¿quién no quiere llegar a tener, por lo menos un instante, a los dioses en la mano?

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